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Fundamentación de la importancia del cine en la educación y otras cuestiones de crítica al sistema educativo español

¿Cómo cambia el cine nuestras vidas? ¿Seríamos los mismos de no haber visto las películas que hemos visto? Por tanto, ¿es el cine un derecho? ¿Es el cine un deber? Hoy os propongo esas reflexiones y os invito a intentar contestar esas preguntas tras haber leído mi opinión. Lo primero aclarar que no soy ningún experto, solo escribo desde la experiencia general. Pues como todos, he tenido profesores que realmente me han inspirado por haber hecho más de lo que el sistema les pedía. Con esto quiero decir que siempre hay excepciones, yo una de ellas, al considerarme un apasionado del saber.

¿Qué importancia tienen actualmente las artes en la educación obligatoria? Pues hay una asignatura que abreviadamente llamamos “Plástica” que se da obligatoriamente siete años de diez. Siete años haciendo dibujos, pintando, haciendo manualidades, etc. Luego está Música, que se da obligatoriamente ocho años de diez. Seis años de tocar la flauta y aprender solfeo muy superficialmente y muy lentamente, y dos años de historia de la música comprimida al máximo. Pero eso sí, como no, evitando la música de a partir del siglo XX. Y la tercera asignatura artística ni siquiera lo es en su totalidad, diez años de diez estudiando todos los años lo mismo en Lengua y Literatura. Eh, y ojo, como no vivimos en un mundo globalizado ni nada por el estilo, nada de literatura que no sea española, por supuesto, aunque nadie entienda el porqué de esa exclusión. Y así es como se forman personas de 16 años que, supuestamente, se saben de memoria toda la literatura española de la Edad Media pero que no saben ni quién es Kubrick y muy probablemente ni les suene. Así es como se forman incultos. Pero lo peor no es el hecho de que haya incultos, sino el hecho de que no es culpa suya, sino culpa del sistema. Ese sistema que incluso llega a provocar que la gente tenga una especie de repulsión hacia el arte, hacia esos vagos que lo único que hacen es pintar, escribir y esas cosas insignificantes. Y yo pongo el ejemplo del cine porque en mi caso es mi arte predilecto, pero pasa lo mismo con la escultura, la pintura, la arquitectura, la música del siglo XX, la literatura extranjera… ¿Realmente costaría tanto diversificar más el temario obligatorio referido a las artes? ¿Por qué solo se pueden estudiar obras de más de dos siglos de antigüedad? El arte es arte porque solo lo puede llevar a cabo el ser humano. No hay máquinas ni animales que pinten un Picasso, que diseñen una catedral de Santiago, que esculpan un David de Miguel Ángel, que compongan una Flauta mágica, que escriban un Quijote, que bailen un Lago de los cisnes o que dirijan una película. Y si algún día lo hacen, los humanos ya no seremos humanos. Y yo no soy ni quiero ser otra cosa que no sea un ser humano.

Vale, ahora sí, voy a hablar más concretamente del cine, como os había prometido. Es de sobra conocida la gran eficiencia del cine como medio educativo o material didáctico complementario, por tanto eso no lo voy a discutir. Lo que voy a discutiros es lo importante que es estudiar el cine en sí. Una persona, a lo largo de su vida, va a ir muchas veces al cine. Sin embargo, es probable que no vaya nunca a un museo o a un concierto de música clásica. Entonces, ¿por qué se enseña pintura y música y nunca se habla de cine? ¿Solo se pueden enseñar cosas que no vayan a ser recurrentemente interesantes? No quiero decir que no haya que estudiar música clásica porque no la vayan a escuchar, lo que quiero decir es que por qué no estudiar cine si es algo que va a estar presente a lo largo de toda nuestra vida. Debemos saber mínimamente cómo interpretar y analizar una obra cinematográfica, de lo contrario, nuestro criterio será nulo. Siempre nos solemos quejar de que las películas más comerciales son casi siempre las peores. Pero nunca nos hemos parado a pensar que esto no sería así si la gente tuviera una mínima idea de cine. Ellos son el público, y ellos deciden lo que ver y no ver. Se debería formar un público capaz de pensar lo que ve y escucha. Y lo más probable es que aunque les enseñaras a apreciar el cine seguirían yendo a ver lo mismo. Pero es que no lo hemos intentado. A lo mejor a la gente le parecerían más entretenidas otra clase de películas, y esto promovería la producción de películas más cinematográficamente artísticas, que se convertirían en el nuevo cine comercial.

Lo difícil de enseñar cine es que es íntegramente subjetivo, pero yo creo que se le puede sacar su lado objetivo. Por ejemplo, la filosofía es íntegramente subjetiva, pero tiene una parte objetiva que son los autores importantes y el concepto de filosofía. El cine es igual, tiene una parte subjetiva que sería la visualización y el análisis de películas, que da lugar a la opinión personal, pero una parte objetiva que serían los cineastas más importantes e influyentes y el propio concepto del cine o cómo se hacen las películas. En la actualidad, los únicos programas de educación obligatoria que incluyen el cine entre sus competencias son el francés, el británico y el danés. Mientras, los españoles somos audiovisualmente analfabetos. Quizá se me esté yendo un poco la olla, ¿pero tan grave sería considerar la historia del cine como cultura general y por tanto necesaria en el aprendizaje obligatorio? Al fin y al cabo, los niños de hoy son los espectadores y los cineastas del mañana. Y esto no lo digo yo, lo dicen centenares de expertos.

Voy a dejar por un momento los argumentos racionales y me voy a dejar llevar por los argumentos emocionales por los que estoy defendiendo esto. Yo quiero que mis hijos reciban una educación audiovisual que yo no he recibido. Porque es básica en su desarrollo cultural. Quiero que jueguen a hacer cortos o a practicar el stop-motion, que se diviertan con películas no necesariamente de consumo masivo, que se entusiasmen con la idea de ir al cine a ver algo en pantalla grande, que se alegren de comprobar en una película lo que ha aprendido en el colegio, que hablen de cine con sus amigos… Creo que todo esto les haría felices, y a todos los niños. Y para que esto sea posible, tienen que estar familiarizados con ciertos conocimientos, con ciertos nombres fundamentales, con determinados movimientos cinematográficos, etc. Y que sepan por qué esa gente o esas corrientes fueron tan importantes les ayudará a comprender nuestra historia reciente y el cine actual. No se trata de formar cineastas, se trata de formar niños educados en cine.

Tenemos la suerte de tener una Filmoteca fantástica que organiza exposiciones y ciclos magníficos, y no la aprovechamos. Pues el fin último de la conservación es la exhibición. Y ahora os planteo la misma cuestión que se planteó el pasado mes de mayo en un encuentro en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España de profesionales del cine y de la educación para sentar las bases de lo que podría llegar a ser una estrategia cuyo necesario objetivo sería proponer formalmente al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte la inclusión por ley del cine en el sistema educativo español. “¿Por qué los niños hacen visitas a los museos pero no a las salas de cine?”. Esta es la única manera de que la sociedad del futuro respete la cultura. Podría ser incluso el comienzo del fin de la piratería. Y tiene que ser ya, esto no son palabras que ignorar. Es algo que mucha gente demanda y es algo para lo que ya hay medidas concretas, como un listado de treinta películas españolas obligatorias para menores de 16 años.

Por supuesto que los jóvenes debemos conocer sobradamente a Cervantes, a Picasso, a Gaudí y a Machado; para comprender su legado. Pero también deberíamos conocer sobradamente las figuras de Chomón, Buñuel, Berlanga o Erice. Deberían tener un hueco reconocido en el sistema educativo. Y además, el cine tiene una gran parte práctica de cara al mundo laboral, pues actualmente el lenguaje audiovisual es muy importante como medio de comunicación y se utiliza constantemente en todos los ámbitos. Y como tercer argumento, simplemente añadir que el cine es un derecho, y que te lo enseñaran en una escuela te abriría las puertas a un universo apasionante que de normal tenemos limitado. Pues solo podemos ir a ver las películas que nos ofrezcan los multicines actuales. Y si alguna vez no te dejas llevar únicamente por las fuertes campañas de marketing y ves algo ahí que te enamora, ya empiezas a investigar y a encontrar a muy duras penas las buenas películas que nadie se preocupa en conservar y en que la gente las conozca. En estas condiciones, estamos negando a los niños de hoy en día su derecho a fascinarse con el cine. El cine es un arte. Y el arte forma personas con sensibilidad, con una ética sólida, con confianza, tolerantes, eficientes, abiertas, pensativas, creativas, conscientes…

Para ser un cinéfilo hoy en día en España, hay que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a ello. Puedes serlo a través de algún programa en la televisión, a través de algún familiar, etc.  Y muchas veces debes recurrir a la piratería porque, de otra forma, no hay manera de encontrar ciertas películas de culto. Es muy difícil ser cinéfilo, y gastas horas buscando películas y nombres en internet porque quieres saber más y más, hasta que te das cuenta de que el cine y su historia son infinitos. Pero la cinefilia no debe morir, debe contagiarse a todas las generaciones futuras. Estoy seguro que todo ese conocimiento que tuve que encontrar por mi cuenta, se puede facilitar de una forma más ordenada. Así conseguiremos que los habitantes del futuro vayan al cine, que vayan a festivales, que vivan el cine y que formen parte de él, ya sea como espectadores o como cineastas. Que puedan entender el cine como arte, como historia, como documento, como espectáculo… Que sepan ver tanto su lado de industria como su lado benéfico y de interés común. Que piensen en el cine tanto como don como maldición. Porque si no, jamás serán capaces de entender lo que el cine significa y lo que hace que la gente lo ame tanto, que le llegue tan adentro y que lo sigan a todas partes. Y no, esa gente que nos mantenemos siempre fieles al cine y que lo tenemos siempre presente, no perdemos el tiempo. Por mucho que empeore el mundo, siempre fliparé con el cine y me enamoraré de él una y otra vez.

El cine es absolutamente universal. Y no sé si como ejemplo o simplemente como dato que deseo contaros, voy a hablaros de lo ocurrido en el campo de refugiados de la guerra de Sudán del Sur en Bidi Bidi, Uganda. En este lugar viven más de 150000 niños. Niños que no saben por qué están ahí, principalmente porque nadie lo sabe. Niños que, con una edad a la que nosotros ni siquiera hemos entrado en el colegio, han vivido las experiencias más duras que nosotros podemos llegar a imaginar. Apenas comen, apenas beben, apenas pueden vivir. Forman parte de un drama que la gente ha decidido desoír e incluso rechazar. Y habiendo perdido tantos derechos, es obvio que el de la diversión también lo han perdido. La ONG África Directo ha organizado la iniciativa de abrir el primer cine en un campo de refugiados. Y el pasado 6 de enero consiguió, mediante micro-donaciones por Internet, llevar a cabo la primera proyección. Esos niños nunca habían visto una película, y muchos ni siquiera habrían oído hablar de lo que es el cine. Por primera vez en mucho tiempo, esos niños sintieron ilusión. Esos niños rieron con Chaplin y se quedaron con ganas de más. Y, por un momento, volvieron a llenarse de esperanzas de un futuro distinto al que todo el mundo le dice que estás destinados. Ese tipo de aspiraciones las enseña el cine, y es por lo que es una herramienta tan útil para enseñar a pensar y a tener ideas. Desde entonces, han estado proyectando muchas y muy variadas películas. Y esos niños se han convertido en grandes fans del género documental y de clásicos como Los Goonies, La guerra de las galaxias o Indiana Jones. También han proyectado películas más trascendentales y con un fuerte mensaje, a veces sobre pobreza y sobre temas que les conciernen. Y con estas películas los niños preguntaban, se cuestionaban cosas, planteaban situaciones, entendían el mundo… Un gesto que puede parecer tan superficial como abrir un cine, supuso que miles de niños injustamente desgraciados ahora sean capaces de pensar por sí mismos.

Thomas Edison, uno de los inventores que contribuyó a la aparición de los primeros cinematógrafos, dijo en una ocasión: “Quien controle el cine, controlará el medio de influencia más poderoso”. El cine fue una de las mayores revoluciones tecnológicas del siglo XIX, un gran invento que lleva desde entonces acompañando a la historia de la humanidad. Goza de una infinita influencia sobre el ser humano desde que existe. Y el ser humano también influye al cine, produciendo que toda película tenga un contexto social, político, cultural… Ahí reside su valor histórico. Toda película tiene un mensaje, una reflexión, una idea, una actitud crítica, etc. Un algo que ofrecer al espectador. Esto convierte el cine en objeto de polémica y controversia, al ser un arte de libre interpretación altamente subjetiva, quizá sea esto lo que no gusta a los modelos educativos. Las mejores películas siempre son las más creativas o las más ingeniosas, lo que convierte al cine en algo puramente humano y puramente intelectual. Esto es lo incompatible con la educación española actual, porque se teme a lo nuevo.

Para mí, lo más lógico y racional es enseñar a adentrarse en lo desconocido, no enseñar una y otra vez lo ya conocido. La inteligencia de un ser humano no crece hasta que la retas, inteligencia tanto mental como emocional. El aprendizaje debe ser vivencial, significativo, personal, diverso y flexible. Algo que, por otra parte, solo sería posible en clases con un número de alumnos mucho más reducido que el actual. El problema de la educación está en el propio concepto que tenemos de educación. A continuación, perdonad que me aleje del tema central de mi artículo, pero es evidente que el sistema educativo español falla, no funciona, está mal diseñado por haberse quedado obsoleto y es de los peores de Europa. Lo dice el informe PISA todos los años, y voy a analizarlo. Y no solo se ve reflejado en los resultados y en el fracaso escolar, también en su incapacidad para mantener entusiasmados a los alumnos. Voy a explicaros por qué creo yo que invertimos mucho dinero en una educación totalmente ineficiente y que cambia constantemente a peor a cada nueva ley.

La educación actual tiende a hacer de los seres humanos máquinas de memorizar o mecanizar. Nos obligan a memorizar, pero no nos enseñan a ello, debemos ser nosotros quienes encontremos la manera de hacerlo. Y si no la encontramos, ya no tenemos el derecho a una carrera profesional digna. Y vale, puede que haya algún alumno que se dé cuenta de esto y trate de realmente entender lo que le explican y ser capaz de desarrollarlo, ¿pero cuántos hacen esto? ¿Tres? ¿Cuatro? Y es normal, porque no sale rentable. Si lo único importante es la nota que saques en un examen, ¿por qué ibas a aprender si puedes memorizar y así sacar una nota más elevada? No se premia la humanidad, sino la robotización. Y esto hace unas décadas valía, pero pensando en un futuro no muy lejano, en el que ya existen máquinas perfectas, ¿de qué nos va a servir que los humanos sean máquinas imperfectas? ¿No será mejor que sean perfectos humanos? ¿Qué es más útil?

Os lo demostraré. Saca tu teléfono móvil del pantalón, o quizá estés leyendo esto con ello. Muy bien. Desde ese artefacto puedes acceder a todo el conocimiento humano existente en la actualidad. ¿Qué hay de malo en consultar? Todo lo que te han enseñado y mucho más. Ahora, ¿no os parece estúpido que el mejor sistema educativo tenga que ser el que más cantidad de información enseña? Calidad antes que cantidad, nunca mejor dicho. Pues dudo mucho que una persona nunca consulte nada en el trabajo, aunque sea para comprobar que no se ha equivocado.

Quizá lo importante no sea que todo alumno “apruebe”, sino que todo el mundo piense y todo el mundo sienta. Quizá lo importante no sea dividir al alumnado en aprobados y suspendidos, con buena memoria y con mala memoria, listos y tontos, ciencias y letras…; pues de eso ya se encargará la sociedad. Quizá lo importante no sea imponer unos valores mediante reglas y sus sanciones, sino imponerlos mediante la educación en sí. Esto es lo que muchos ya conoceréis como pensamiento divergente, crítico o abierto. Pero no os ilusionéis con que sea un modelo más libre, porque sería mucho más duro que el actual. Aun así merece la pena, porque se basa en el dejar intentar, en dar oportunidades. Nos enfrentamos a un futuro en el que el esfuerzo no será el trabajo físico, sino el intelectual. Y ante esa realidad, esto de lo que os hablo abre muchas más competencias. Resumiendo, el sistema educativo español actual está básicamente basado en la pereza de los alumnos. En repetir y repetir los mismos conocimientos año tras año para ver si así les entra algo. Conocimientos prácticamente inútiles para la mayoría de las vidas cotidianas futuras de esos alumnos. Y sí, hablo de una educación sin exámenes y sin apenas deberes, solo controles y trabajos. Pero eso no es en absoluto una fiesta. Eso es incluso más horas diarias y más exigencia, no es ninguna fiesta. Puede llegar a ser un sistema bastante frustrante, desesperante o estresante, pero al final, cuantas menos dificultades se encuentre una persona en su educación, peor preparada estará para hacer frente al mundo real. Únicamente será divertida para los que se esfuercen en que les divierta. Ese es el mayor premio que le puedes dar a un alumno a cambio de su atención y dedicación. El conocimiento se puede disfrutar, he ahí la virtud de una buena educación. Resolver algo no te debería dejar indiferente, debería ser placentero. Y sin embargo, actualmente premiamos el sufrimiento: cuantas más horas te tortures estando memorizando un temario o mecanizando una serie de problemas, más nota sacarás.

El mundo laboral dentro de no muchos años necesitará personas que sepan trabajar en equipo. Ya no nos vale la educación individualista que llevamos hasta ahora. Esa educación en el que el clímax de cada trimestre es una lucha entre tú y un examen. Y el mundo socio-político necesita personas que sepan respetar, empatizar, defender la igualdad. Y un sistema que obligue en vez de ofrecer no puede en ningún caso promover estos ideales. A ver si se entera alguien de que la libertad del alumno no oprime la autoridad del profesor, pero al contrario sí. Y de que si se le da más libertad al alumno, también se les dará a los padres y a los profesores. A un profesor no se le respeta por los castigos que ponga, sino porque sabe más que tú. El estudio de conocimientos mediante la memorización o la mecanización siguen siendo importantes, son habilidades necesarias, pero no nos servirán de nada si luego no sabemos relacionar esos conocimientos para aplicarlos a nuestras vidas. Y lo peor de todo es que la parte que está mal no es el papel del profesorado, explicar un temario que, eso sí, no debería ser tan cerrado y predeterminado; sino el del alumnado.

El sistema educativo español actual persigue estandarizar a los ciudadanos, eliminando a los niños su creatividad innata, su curiosidad de saber más y su ansiosa experimentación. Persigue que nadie se cuestione nada ni se pregunte sobre sí mismo. Por eso, en vez de aprovechar las horas lectivas, se intentan ocupar al máximo las horas libres en casa.

Todas las asignaturas son sumamente importantes por igual. Y aun así, siempre se da mucha más importancia a unas frente a las demás. No hace falta que lo especifique. Y sin embargo, hay asignaturas que perfectamente un alumno puede pasar por el sistema y no darlas. ¿Nadie se da cuenta de que esto es absurdo? Puedes pasarte tus doce años de formación académica sin estudiar en ningún momento algo tan importante y tan cotidiano como por ejemplo la economía. Y otro problema es que hay asignaturas que están propuestas como incompatibles. Las ramas cada vez se separan más y más, y esto no tiene ningún sentido. ¿Por qué no se puede estudiar física y latín? ¿O economía y biología?

Todo esto son cambios que implantar poco a poco para ir sustituyendo al modelo actual, si se aplicara de golpe nos sumiríamos en un caos. Y los únicos que podemos cambiarlo somos nosotros, las generaciones que dominarán el mundo en un par de décadas. Conclusión: no me extraña que haya gente que odie el colegio.